Ir al contenido principal

Etiqueta: EFEsalud

La oratoria y sus inhibiciones

El psicólogo Sergio García Soriano escribe un nuevo artículo para EFEsalud dentro de su serie “Psicología de la vida cotidiana”, que centra en la oratoria y el miedo a hablar en público

La oratoria y la dificultad para hablar en público es el tema que aborda el psicólogo Sergio García Soriano en un nuevo artículo dentro de la serie “Psicología de la vida cotidiana”.

La oratoria y sus inhibiciones

por Sergio García Soriano

El miedo a hablar en público o pánico escénico está relacionado con personas que tienen altas exigencias sobre sí y generan “inhibiciones” sobre su decir. Además de acudir a un psicoterapeuta, uno de los antídotos pasa por tener confianza y trabajar el tema.

Hay diversos mitos como pensar que hay que controlar las palabras con exactitud o que hay que dominar la puesta en escena o decir cosas interesantes poniendo el foco exclusivamente en el que habla.

Hoy sabemos que el orador tiene que disfrutar y haber trabajado el tema que quiere exponer y se tiene que dejar llevar por el contenido siguiendo la estructura propuesta y pudiendo improvisar en la misma.

La sensación de autenticidad se produce cuando el que habla se deja sorprender por lo que dice haciendo cada exposición ligeramente diferente a la anterior aunque sea similar propuesta.

Y el interés lo debe poner el público. No hay temas interesantes a priori sino que es un esfuerzo o posición a realizar desde el que escucha. Esta realidad permite relajar la comunicación quitando parte de la exigencia sobre el conferenciante.

Los grandes comunicadores aceptan esta consideración grabándose sus “clases” para luego escucharlas sabiendo que el sentido final del acto se realiza en el escuchante.

La oratoria está relacionada con la psiquis, no es solo cuestión de hablar fluidamente con “técnicas”, sino que nuestra autoestima y seguridad en nosotros y en el futuro están muy mezcladas a la hora de expresarnos.

Psicología y oratoria

“El discurso del rey”. película basada en hechos reales, aborda como el rey de Inglaterra acepta su “tartamudez” con la ayuda del “terapeuta del habla” y como llega a consolidarse como líder viendo la importancia de la comunicación efectiva en un momento de crisis social y política.

De igual manera, el cantante Miguel Bosé expone que perdió la voz cuando se perdió a sí mismo por problemas afectivos y cómo recuperándose emocionalmente ha podido volver a hablar al público y cantar.

Algunos de los ejercicios que se recuerdan para relajar al conferenciante es que imagine al público desnudo o que haga estrategias nemotécnicas de memorización.

Sin embargo, la realidad es que algunas de estas estrategias pueden distraer al ponente de su cometido: contar una historia.

Cuando se practica y uno cree en lo que dice se genera una automatización o naturalización del discurso necesaria para una buena transmisión. Cuando uno mejor cuenta una historia es cuando no se da cuenta de que la ha contado o la está contando.

EFEsalud, patología, Psicología, Salud mental

Mitomanía, el trastorno psicológico que dice sufrir Frank Cuesta

“No tengo cáncer”, “nunca he rescatado animales”, “no soy veterinario”, confiesa el televisivo Frank Cuesta en un vídeo en sus redes sociales. Reconoce que todo ha sido parte de un “show” y que se le ha ido de las manos por sufrir “un grave problema de mitomanía y ego”. ¿En qué consiste este trastorno psicológico?

Frank Cuesta, que decía tener un santuario de animales rescatados en Tailandia y que se hizo famoso en televisión por ser un experto, dice ahora que ni es veterinario, ni herpetólogo (especializado en anfibios y reptiles) y que en realidad tenía una granja con animales comprados.

Pero también dice haber mentido sobre la supuesta leucemia que padecía y ahora asegura que es una mielodisplasia.

EFEsalud ha consultado con fuentes de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) que explican que una mielodisplasia o un síndrome mielodisplásico es un cáncer sanguíneo que, además, puede tener el riesgo de evolucionar hacia una leucemia en el 10-20 % de los casos y que afecta a personas con una media de edad de 76 años.

Mentiras patológicas

Las falsedades reconocidas por el presentador del programa “Frank de la jungla” se deben, según apunta, a un problema de mitomanía, un trastorno psicológico que consiste en un “exceso de mentira patológica” y de narcisismo.

Lo explica Sergio García, portavoz del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid: “Esas mentiras son para conseguir algo, se creen su propio delirio”.

El psicólogo apunta a que, en muchas ocasiones, la mitomanía puede responder a mentir de forma compulsiva pero también puede perseguir un beneficio.

“En la literatura de la Psicología se recoge la relación del mentiroso compulsivo con una baja autoestima. Necesita decir mentiras para atraer la atención y la admiración sobre él”, indica el psicólogo.

Y esa baja autoestima no es incompatible con un alto ego: “El anverso y el reverso de la moneda tiene que ver con tener mucho ego y al mismo tiempo creerse inferior. No me creo importante y a partir de ahí elaboro un gran personaje para llamar la atención”.

Los mitómanos, en general, “son personas que están delirando y que nos hacen ver un personaje ególatra, que quiere ser el centro del mundo”.

Y además hay un componente de narcisismo al querer ser el centro de atención y “me invento una vida que no tengo”.

Este psicólogo sanitario pone como ejemplo de personaje histórico con mitomanía y narcisismo a Napoleón.

El especialista asegura que el afectado no suele reconocer que padece trastorno psicológico alguno y que es su entorno el que propicia que acuda a terapia.

Es necesario aplicar una terapia cognitiva para llegar a la raíz del problema: “Averiguar por qué ha necesitado elaborar un personaje ególatra para poder sobrevivir” y después conseguir que lo asuma, concluye Sergio García.

EFEsalud, Patologías, Psicología

Perfil victimista, la cultura de la queja

Hay víctimas, aquellas que han sufrido un daño objetivo y otras con “rol de víctima”, de perfil victimista, que se atribuyen una ofensa y organizan la propia vida en torno a este rol social.

Con el victimismo, se busca el reconocimiento social desde un estilo de de atribución externo que se sustenta en el siguiente pensamiento: “Yo soy la víctima y tengo la razón, vuestro dolor o vuestro punto de vista es inferior al mío”.

De tal manera que estas personas se sienten con el derecho de comportarse de forma agresiva y egoísta puesto que, según ellos, su alto sufrimiento justifica cualquier acto.

¿Cuál es el perfil de una persona victimista?

  1. Personalidad ansiosa que fomentan alta vigilancia hacia el entorno, aunque tengan una baja empatía hacia los demás.
  2. Muestran una baja autocrítica hacia sí mismos y, sin embargo, se muestran intolerantes con los errores de los demás.
  3. Pesimismo. Tienden a exagerar los aspectos negativos y generan un malestar familiar o del entorno por ello, obviando puntos de vista más complejos de la realidad. Entran dentro del esquema maniqueo bueno/malo. Y enlazan con el planteamiento de que la víctima es siempre la buena y existe un halo de superioridad moral del que participan.
  4. Rencor. Aquellas personas que presentan el rol de víctima, tienen varios sentimientos dañinos acumulados de ira y agresividad. Pueden emitir expresiones de desprecio a intolerancia hacia la integridad física y moral de otras personas a las que ella puede considerar culpables por alguna razón.
  5. Tendentes a buscar culpables y con actitud de desconfianza. Pueden generar un trastorno paranoide de la persona en casos graves.
  6. Rumian sobre el pasado. La ofensa percibida está frecuentemente en su mente y en su decir, aunque esta haya sido producida hace años o décadas.

Nuestra sociedad premia discursos cerrados y muy entendibles, sin flecos donde se marque claramente lo protagónico/antagónico.

Los victimistas cuentan detalles íntimos muy llamativos y enarbolan un daño moral muy manifiesto.

La psicoterapia cuestionará esa manera que tuvo la persona de perfil victimista de hacerse a sí mismo para poder cambiar esa herida percibida por una actitud de apología por el otro, donde las necesidades de los demás formen parte también de los propios argumentos de la vida.

Actitudes, Ansiedad, EFEsalud, Emociones, Pesimismo

Normalidad y felicidad

Uno de los temas frecuentes del ser humano es el querer “ser normal”. Sería feliz si pudiese…ser normal como los demás. Por ejemplo, tener una casa, ser heterosexual u homosexual, tener una pareja, casarme, un buen trabajo, que me guste el fútbol o la ópera, ser padre/madre… Son los conceptos normalidad y felicidad.

Es decir que ser una persona normal significa ajustarse a los estándares y expectativas establecidos socialmente.  Una conducta es normal cuando se mantiene dentro de la media que engloba al resto de la población. Por ello, tendríamos que introducir otros términos para sustituirla, como la palabra “habitual” para describir nuestro comportamiento, y de esa manera poder entender que lo habitual en términos estadísticos no debería de tener una connotación de normalidad.

Es muy claro con las enfermedades denominadas “raras” cuando lo que se quiere decir realmente es que son “minoritarias” en términos de la población que las padece. Y puede inducir a un etiquetamiento desacertado de la persona. O cuando en las Navidades o en determinados grupos mayoritariamente de gente joven se establece que se rebasen los límites de la ingesta de alcohol o que la ingesta de alcohol sea “normal” en el ocio nocturno. ¿Por qué es lo “normal” una conducta en contra de nuestra propia salud?

El concepto de normalidad puede ser perjudicial. Ya que se mal usa en ocasiones como medidor de lo qué es o no correcto según nuestro punto de vista o el punto de vista dominante. Cuando atribuimos a una persona, conducta o cosa la característica de anormal, suele ir acompañada de sesgos negativos que hacen que veamos como anómalo situaciones que no siempre lo son y a la inversa.

Y ocasionalmente lo anómalo o no, está relacionado con lo cultural o lo familiar. En Occidente es habitual vestirse de oscuro y estar triste en los entierros por la muerte, cuando el color blanco es muy usado en las zonas orientales como Japón, y se hace un homenaje al fallecido celebrando la vida. En Mauritania (África) se hace una fiesta en los divorcios y aquí suele ser un tema desagradable de gestionar y se puede convertir en tabú hablar de ello para no molestar a quien lo está pasando.

Por ello, tendríamos que saber que el ser humano es en transformación. En el sentido que tiene que acceder a una serie de normatividades culturales impuestas y luego tiene que aceptar y desechar aquellas que le potencien o dificulten.

Cuando queremos encorsetarnos en moldes de cómo tenemos que vivir, cómo tenemos que amar o cómo tenemos que ser felices, es posible que no vivamos una vida dichosa sino impostada.

A veces sentirnos marginales fuera de la norma, dispara las enfermedades mentales como las preguntas: ¿Pero por qué no puedo encajar en el grupo de clase? ¿Pero por qué no me dan “likes” a mis post de Instagram? ¿Pero por qué mi cuerpo no se ajusta a lo esperado y sí el de mis amigas/os?

Las distinciones entre los diferentes gustos o preferencias de las personas son buenas para conocernos mejor. A uno le gusta el fútbol, a otro el rugby y a otro el teatro, uno quiere desarrollar una formación profesional y otro una carrera universitaria.

Sin embargo, cuando nos comparamos con el otro, introducimos un elemento de competición donde establezco unos patrones de “presión”. “Quiero tener más coches, más sexo, más casas que él o ella y eso me hace mejor”. Apareció la envidia restándonos felicidad. La única comparación adecuada sería la de cada uno con respecto a sí mismo. Así estaba yo hace unos años y así estoy ahora.

También existe una idea falsa de que para ser feliz en la vida hay que llegar a una “paz mental”. Sin embargo, la vida es en conflicto, el crecimiento de las personas tiene que ver con poder tolerar ciertos conflictos con los demás y consigo mismo, y uno accede a la norma a veces, a través de una rebeldía hacia sus padres valedores de la normatividad o de las generaciones anteriores valedoras de lo que tradicionalmente ha generado felicidad.

Cada generación tiene que luchar por producir sus propias normatividades o reglas, ajenas a veces, a aquellas que tuvieron sus padres o abuelos. Ser familia numerosa, tener más de 4 hijos a principios del siglo XX se veía necesario para repoblar una mermada Europa después de dos guerras mundiales y tener mano de obra barata para cultivar la tierra y al mismo tiempo se veía en la alta reproducción un signo de virilidad en los varones y en ellas, la maternidad era concebida como un destino que otorgaba una identidad en la comunidad junto al matrimonio.

Resolver la cuestión para cada uno Normalidad/Felicidad aceptando las diferencias en los demás y en nosotros mismos ayuda a tener una vida más sana.

Actitudes, EFEsalud, Emociones, Psicología, Salud mental

Psicología de la vida cotidiana: Liderazgo, saber abandonar la función

El psicólogo Sergio García Soriano nos introduce en el liderazgo dentro de su serie “Psicología de la vida cotidiana”, y se centra en uno de los aspectos del liderazgo que denomina “Saber abandonar la función”.

Liderazgo, saber abandonar la función

Sergio García Soriano

“Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque…, con toda seguridad caerás prisionero.” (El arte de la guerra. Sun-Tzu)

Siempre nos han dicho que el líder es aquel que tiene “capacidades” para comunicarse de manera eficiente, sabiendo qué se quiere decir y modulando el lenguaje dependiendo del público al cuál se dirige.

Nos han dicho que el líder es aquel que tiene inteligencia emocional y empatiza con sus compañeros teniendo en cuenta la jerarquía que él puede representar.

Se nos ha dicho que él es el que define perfectamente metas y objetivos y que de esta claridad el grupo toma una dirección. Y sabiendo que todas estas características pueden estar presentes en un líder. A sabiendas que está atribución del liderazgo a veces se establece de manera informal, no es infrecuente que en un equipo de fútbol el “capitán” y el “líder” no coincidan. Uno designado por la jerarquía de la organización y otro por las ideas y las acciones que los demás han visto que defiende o que encarna.

Psicología: liderazgo

Sin embargo, cómo el líder piensa el final de su trabajo o de su proyecto hace también que se relacione con los demás de una manera diferente.

Cuando uno sabe cuando poner punto y final a su proyecto y no alarga innecesariamente la tarea entonces tiene una fuerza y una agilidad que no se la da la “formación universitaria o profesional de múltiples conocimientos”.

Ya que no es una cuestión de tener muchas ideas y la máxima formación, sino en qué pensamiento estoy. Tendríamos que respondernos a lo siguiente: ¿Enseño a los demás en el trabajo para que sean auto dependientes o prefiero sentirme útil y supervisar siempre los mismos detalles como en el inicio de la relación laboral?

Aunque no existe una guía para una decisión de estas características. El líder debe saber que en ocasiones está allí para iniciar proyectos nuevos y ponerlos en marcha, el aferrarse a ellos va a detener parte del proyecto y a sí mismo.

Hay que hacer un análisis de costes y beneficios y ver las circunstancias globales en las que uno está inmerso. Si nos pensamos parte de un engranaje más grande que nosotros en vez de pensar que somos insustituibles, será más fácil encontrar el momento de poner un punto final.

Aquí puedes ver otros artículos de la serie de Sergio García Soriano “Psicología de la vida cotidiana”.

Actitudes, EFEsalud, Equipo, Psicología, Trabajo

El síndrome del impostor/a

El síndrome del impostor/a o fenómeno del impostor/a es un cuadro psicológico en el que las personas que lo padecen tienen un miedo recurrente de ser descubierto como un fraude y no consiguen interiorizar sus logros profesionales o personales.

No es un trastorno mental reconocido, y por ende no se encuentra en el DSM.

Subtipos del síndrome

Los perfeccionistas: metas muy altas y cuando se consiguen no son suficientes. Siempre hay una objeción después de haber logrado un objetivo difícil.

Los individualistas: muestran una gran autosuficiencia, parecen seguros pero sin embargo, no levantan la mano en clase o no piden ayuda a compañeros porque piensan que eso romperá la idea de valía que tienen los demás sobre ellos.

Los expertos: piensan que en la selección de personal que hicieron para llegar a la empresa aumentaron su curriculum y que se equivocaron eligiéndolos. Ahora serán descubiertos y echados del trabajo.

Los genios naturales: su inteligencia es natural y miden su fluidez al hablar y a la hora de su desarrollo profesional. Si no aciertan a la primera, se enfadan.

Los superhumanos: su mayor obsesión es dar la “talla”, casi siempre centrados en lo laboral pudiendo descuidar su salud mental.

Algunas de las causas podrían ser las comparativas percibidas dentro de su familia de origen de tal manera que están repitiendo un patrón de hermano menor que no sabe o de hermano mayor autoexigido.

Y a pesar de las pruebas de su valía profesional o personal, siguen minimizando y pensado que ha sido cuestión de suerte o que los demás son más inteligentes que ellos y con más competencias.

Síndrome del impostor, más en mujeres que en hombres

El síndrome del impostor es más común en mujeres que en hombres y algunas de las recomendaciones que damos para solucionarlo serían:

  • Ir a un psicólogo.
  • Leer el propio curriculum cuando se tengan inseguridades.
  • Reconocer la valía de los demás sin sentirse inferior por ello. Estar entre buenos profesionales habla bien de nosotros y no a la inversa.

Se ha descrito un “ciclo del impostor” donde se pasa de una seguridad previa a una inseguridad a partir de la asignación de las tareas a realizar. Siendo necesario centrarse en las evidencias y en lo concreto para no desarrollar más este sentimiento de ser un fraude.

EFEsalud, Inseguridad, Psicología, Sindrome