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Psicología de la vida cotidiana: el enamoramiento

En la mitología siempre se ha representado el amor/enamoramiento con la imagen de Cupido con los ojos vendados y con flechas de amor instantáneo y de indiferencia. “El enamoramiento puede ser un estado de locura transitoria”, decían desde la filosofía.

Pero, ¿qué dice la ciencia sobre el enamoramiento?

Primera fase del amor

Primero que el enamoramiento es la primera fase del amor, después vendrá el amor intimidad y el amor compromiso.

El enamoramiento en sí es efímero tiene una duración entre 6 meses y 2 años. Se da una “idealización” de la otra persona, es decir, que solo se ven sus virtudes. Es la etapa donde el romanticismo es más agudo y la pasión sexual impera.

Es una etapa donde apenas hay conflictos entre la pareja.

En el enamoramiento las personas sienten la necesidad de estar siempre juntos, no quieren dejar de verse nunca. Suelen abandonar a las amistades y generan un mundo excluyente de las demás relaciones, donde cada vez el otro pide más tiempo o más pruebas de amor.

Además hay cambios fisiológicos  cuando aparece la pareja, como un incremento en el ritmo cardíaco, mayor dilatación de las pupilas y más sudoración. Estos cambios corporales hacen que las personas piensen que existe una fuerte conexión de pareja. Y la fantasía de la reciprocidad es común.

Sin embargo, también existe una idea de apropiación del otro. Se le piensa con una serie de obligaciones y como si nos perteneciese.

Final del enamoramiento y enamorarse mal

Final del enamoramiento. El sentimiento de pasión y atracción comienza a declinar y se distinguen los defectos de la otra persona. Además deja de ocuparse con tanta intensidad de los asuntos de la otra persona para poner atención en otros asuntos “propios”.

Cuando se dice “enamorarse mal” tendríamos que pensar en quién emite esta idea. ¿La dicen unos padres sobreprotectores del hijo/hija? ¿Hay clasismo porque es una pareja de diferente estrato social? ¿Hay racismo? ¿Son de familias enemigas Capuleto/Montescos? ¿O realmente es una pareja “tóxica”?

Para saber si uno se ha enamorado bien o mal generalmente hay que esperar al final del enamoramiento porque este es una entrada al “amor”.

Y sabremos que hay amor si hay un proyecto de pareja o de familia a medio plazo y largo plazo con cuidado y atención mutuos más la incorporación del proyecto de futuro.

EFEsalud, Emociones, Psicología, Relaciones de pareja

¿Qué tiene de cierta la expresión «me han roto el corazón»?

Este miércoles (14 de febrero) ha sido San Valentín, y nosotros creemos que celebrar el amor es siempre buena idea. Ya sea amor de pareja, amor fraternal, amistad o amor por los animales, todas son formas de amar diferentes, pero igual de válidas, aunque a veces nos pasen por alto.

Sin embargo, algunas fechas señaladas parecen haberse diseñado exclusivamente para celebrar el amor romántico. Esto hace que gran parte de la población se sienta excluida de la festividad, y si estás pasando por un proceso de ruptura o pérdida, aún más.

Los corazones rotos también son habituales en estas fechas. Es probable que tú también hayas dicho alguna vez: “¡Me han roto el corazón!”, refiriéndote a un estado de tristeza que parece acapararlo todo. Pero, ¿y si te decimos que esta expresión se fundamenta en un síndrome real (que, además, tiene que ver con situaciones de estrés inesperadas, como puede ser una ruptura de pareja)? ¡Te lo explicamos!

El síndrome del corazón roto

Hablamos del síndrome de Tako-Tsubo, una patología conocida popularmente como síndrome del corazón roto. Es una enfermedad cardíaca poco frecuente caracterizada por la aparición de insuficiencia cardíaca aguda después de una situación estresante inesperada, sea emocional o física, como por ejemplo, una muerte inesperada, una pérdida económica muy grande, una caída sin poder levantarse durante mucho tiempo o una crisis asmática. Este pico de estrés causa la liberación masiva de adrenalina, que puede dañar temporalmente el corazón de algunas personas.

La patología se presenta de forma similar a un infarto, pero existe una diferencia sustancial: en un infarto, hay una arteria que se bloquea totalmente o casi totalmente, y en el caso del síndrome de Tako-Tsubo, las arterias no están obstruidas. El grupo más afectado son las mujeres posmenopáusicas entre 60 y 75 años que están sanas y sufren un episodio de gran estrés; sin embargo, se desconoce por qué es tan frecuente en ese grupo.

La patología recibe ese nombre porque el ventrículo izquierdo del corazón adopta una forma parecida a un tako-tsubo (en japonés tako significa «pulpo» y tsubo, «recipiente»), una trampa para pulpos que se utilizaba en Japón.

Como ya explicamos, el síndrome del corazón roto es una situación temporal y las alteraciones son reversibles. De hecho, algunos estudios afirman que la reversión es completa y que la recuperación se da sin necesidad de aplicar un tratamiento. Sea como fuere, si sospechas que tienes algún problema en el corazón, ¡lo mejor será consultar a un profesional!

No hay medias naranjas: tú ya eres la pera

En el libro El banquete o El simposio, Platón habla del amor y transmite una idea que seguro que todos conocéis: “El hombre primigenio era redondo (…) y teníamos 8 extremidades y 2 cerebros, y fuimos divididos por los Dioses. Así que nos pasamos la vida intentando encontrar esta otra mitad”, explicaba Edith Hall, profesora del Departamento de Clásicos e Historia Antigua de la Universidad de Durham (Reino Unido), en un capítulo de Historia de las ideasun podcast de la BBC (minuto 2).

La idea que se desprende de ese mito es que estamos condenados a vivir toda la vida tratando de encontrar nuestra otra mitad (literalmente), la famosa media naranja. Pero esta historia nos da a entender que no se concibe el éxito sin ir acompañado de una relación sentimental satisfactoria y que, por tanto, las personas solteras nunca podrán alcanzar una vida completa.

Esto se trata de una idealización o una falsa creencia de lo que es o debería ser una relación de pareja. Estas creencias propagan conductas de control, posesión, manipulación y aislamiento. «Es una fantasía pensar que se puede encontrar la media naranja«, explica a Verificat Sergio García Soriano, psicólogo, psicoterapeuta y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Madrid.

Buscamos «perfiles que nos complementen, y aquí nos equivocamos porque no hay complemento posible, sino que hay que conocerse ya partir de ahí se va produciendo (…) el conocimiento íntimo a nivel personal, a nivel intelectual», añade. “Deberíamos pensar que, por un lado, somos naranjas completas, y por otro, somos naranjas carentes”. Esto quiere decir que «lo que necesitamos está fuera de nosotros en muchísimas ocasiones: tenemos que salir a buscarlo y saber que hay una carencia, pero no tiene que ver con la media naranja».

Si el mito fuera cierto, “podríamos pensar que deberíamos escrutar muchas posibles medias naranjas, y entonces deberíamos realizar una búsqueda muy amplia. (…) [Pero] la gente se empareja con personas del mismo municipio, de la misma calle, es decir, que hay una proximidad [física] y a partir de ahí surge”. Por tanto, concluye García Soriano, “es un mito romántico“.

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Psicología de la vida cotidiana: microrracismos

En un nuevo artículo de su serie “Psicología de la vida cotidiana”, el psicólogo Sergio García Soriano analiza los microrracismos.

Los microrracismos son comportamientos sutiles que manifiestan discriminación por motivos étnicos. Se suelen dar en personas que a pesar de manifestarse contrarios al racismo, de manera automática les parecen expresiones donde mantienen un tipo de racismo de manera poco intensa.

Esto es un reducto en nuestra manera de pensar donde estaría interiorizado un tipo de supremacismo donde un origen étnico es mejor que otros y expresarían un prejuicio no asumido por la persona.

Veamos algunos ejemplos de microrracismos

1) Ir en el metro o en el bus y cambiarse de asiento por el color de piel de la persona que acaba de ocupar el asiento libre junto al nuestro. De la misma manera, aparece una persona de etnia gitana o negra y automáticamente tocamos nuestro bolso o cartera comprobando que nuestras pertenencias están a salvo.

2) Al dar un servicio, pensar que una persona de otro origen étnico al predominante, no puede pagar el servicio.

3) Pensar “trabajo como un negro para vivir como un blanco”.

4) Preguntar varias veces a los estudiantes negros siendo el profesor, si han entendido la clase.

5) Decir voy a un “chino” en vez de decir voy a un bazar. Ya que tomamos el origen étnico como lo manifiesto frente al lugar donde podemos comprar.

6) Decir me han engañado como a un chino. Asumiendo que un chino es sinónimo de tonto.

7) Afirmar “no soy racista tengo varios amigos negros”.

8) Asumir que una persona es extranjera solo por su aspecto físico. Muchos nietos de inmigrantes tienen que responder frecuentemente a: “pero ¿de dónde eres? o ¿de dónde vienes realmente?

Sin darnos cuenta desde la infancia estamos viendo películas infantiles y guiones juveniles donde se asocia lo bueno con lo claro y lo malo con lo oscuro (ejemplo El rey León).

Los de piel morena o tez oscura suelen ser los malos o los sospechosos y además tienen una diferencia en el acento (les tomamos como extranjeros).

De tal manera que asumimos ciertos códigos “microrracistas” también en nuestra vida que aunque la educación nos intente ilustrar o corregir, pueden ser muy perseverantes y de difícil modificación, ya que nos han dado un sentimiento de pertenencia frente al otro.

Actitudes, EFEsalud, Psicología

Psicología de la vida cotidiana: micromachismos

Sergio García Soriano elije los micromachismos para presentarnos un nuevo capítulo de su serie de contenidos para EFEsalud sobre “Psicología de la vida cotidiana”.

Todos nosotros para pensar utilizamos “atajos mentales”, sesgos. La ciencia pretende ser imparcial pero se reduce al campo científico y avanza vía “errores”.

Cuando opinamos o en la vida cotidiana, no solemos utilizar los conceptos científicos, utilizamos la ideología, un conjunto de creencias sobre cómo debería ser el mundo o cómo creemos que es.

Los micromachismos están relacionados con maneras estereotipadas de relacionarnos con las mujeres. Son una manera sutil de mostrar actitudes y comportamientos “sexistas”.

Micromachismos, algunos ejemplos

  • Tendemos a ser más afectivos con las niñas que con los niños y a utilizar un lenguaje más sentimental con ellas que con ellos. Está más tolerado el llanto de una niña que el de un niño.
  • A los padres cuando ejercen su rol se les denomina “padrazos” porque se supone que están haciendo un esfuerzo extra con los cuidados del bebé. Sin embargo, con las madres suponemos que es su responsabilidad la crianza de los hijos.
  • Si una pareja heterosexual va a un restaurante y pide vino, existe más probabilidad que sea a él a quien se dirija el camarero/a para la selección y la primera cata o degustación. También la cuenta y el pago se suele dar por hecho que será él quien se hará cargo.
  • En una acera, si van caminando un hombre y una mujer, es más probable que ellos suelan ocupar el espacio más del centro y ellas más cercanas a la pared. Se trata de un reducto de la protección.
  • Con la misma edad, hijos e hijas adolescentes tienen diferentes normas con los mismos padres. En ellos, se supone una mayor fuerza y autonomía personal. En ellas, se cuida su honra sexual y se tiene miedo por ellas, porque sean engañadas o violadas.
  • Ellas cuando tienen descendencia se plantean dejar de trabajar o combinar ambas facetas. Ellos no suelen plantearse dejar de trabajar.

No es fácil erradicar por completo los micromachismos o extirparlos. Sin embargo, podemos reconocerlos para poder no dejarnos guiar por ellos.

Cuando sabemos que se pueden dar en cada uno de nosotros, podemos conseguir no padecerlos de manera automática y, por lo tanto, reconducir nuestra manera de ver la vida cotidiana en este sentido.

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